19 agosto 2008

Las grandes culpas de Mijaíl Saakashvili, el gran instigador de la intentona militar.

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El diálogo y la transigencia no figuran entre los instrumentos políticos que usa el presidente georgiano Mijaíl Saakashvili, manifestó la ex ministra de Asuntos Exteriores de Georgia, Salomé Zurabishvili. En Georgia gobernada por Saakashvili no existe la libertad de información, por ello a los integrantes de la oposición más les conviene residir en el exterior, dijo Zurabishvili, al conceder entrevista por teléfono desde París al periódico italiano Corriere della sera, que la publica hoy. (Fuente: RIA Novosti)
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El presidente de Georgia debe compartir la responsabilidad por lo sucedido en Osetia del Sur, opina la ex ministra . Tropas georgianas invadieron Osetia del Sur el 8 de agosto, atacando Tsjinvali, centro administrativo de la república secesionista. Como resultado del conflicto, murieron unos 1.600 habitantes de ésta.

"Saakashvili no puede ni debe presentar la dimisión, pues ello significaría ponerse de rodillas ante Moscú, pero él está obligado a compartir la responsabilidad histórica por lo cometido". Preguntada: ¿Acusa usted a Saakashvili del intento de conquistar a Osetia del Sur?, Zurabishvili contestó: Antes que nada hace falta aclarar quién fue el primero en disparar. Zurabishvili reside con su familia en Francia, tiene doble ciudadanía: la georgiana y la francesa. Antes de ocupar en 2004 el puesto de titular de Asuntos Exteriores de Georgia, se desempeñó como embajadora de Georgia en Francia. Después de dimitir del puesto de canciller en 2006, se mudó a Francia y se unió a la oposición a Saakashvili.

Por otra parte. La oposición georgiana ha manifestado su intención de exigir la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas debido a la crisis con Rusia sobre Osetia del Sur, que ya dura más de una semana, y de la que responsabiliza al presidente del país, Mijail Saakashvili. Leván Gachechiladze, principal rival de Saakashvili en los comicios del pasado enero, cree posible organizar nuevas elecciones presidenciales en el transcurso de los próximos dos meses. Gachechiladze obtuvo el 25 por ciento de los votos, mientras que el actual mandatario obtuvo un holgado 52 por ciento. Otro político opositor, Kaja Kukava, líder del Partido Conservador, también se pronunció por un cambio en el Gobierno. En su opinión, Saakashvili tiene la "responsabilidad personal" por haber desatado una guerra que Georgia "jamás iba a ganar". Los partidarios de Kukava van a esperar a que la situación se calme un poco y después convocarán manifestaciones para intentar sustituir al actual régimen.

Tanto Occidente, que se erige en defensa del presidente georgiano Mijaíl Saakashvili, como Rusia, empeñada en su dimisión, mantienen en realidad una actitud perjudicial para sus verdaderos intereses, escribe hoy el diario moscovita Vedomosti. Podría parecer paradójico pero a Moscú le conviene en realidad que Saakashvili se quede al frente de Georgia por el mayor plazo posible, mientras que a Occidente más le valiera buscar urgentemente un sustituto para aquél.

No es difícil explicar por qué Europa y EEUU empiezan a sentirse incómodos con el actual líder georgiano. Ya lo hacen algunos medios europeos, entre ellos, la BBC que mostró a un Saakashvili completamente olvidado de las cámaras en su despacho y comiéndose la corbata durante una conversación telefónica. Observadores no tardaron en interpretar su gesto automático como un síntoma de trastorno emocional. Bernard Kouchner, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, admitió que Georgia hizo algunos errores garrafales. Sus colegas en Europa y EEUU ya se preguntan hasta qué grado Saakashvili podría considerarse un político sensato, de reacciones adecuadas, con mucho olfato y, a la larga, fiable. Las respuestas difícilmente serían consoladoras para el actual mandatario georgiano. Si Occidente persevera en mantenerle en el poder, es para llevarle la contraria a Moscú y por la renuencia a reconocer errores propios.

En realidad, Occidente confía en Saakashvili menos que nunca. No se acostumbra en la política a apostar otra vez por un perdedor. Da igual por qué ha perdido y por qué se ha quedado con un Ejército destruido y una economía tambaleante en lugar de Osetia del Sur. Lo importante es que el resultado es directamente contrario al objetivo proclamado. Esta situación implica una ventaja enorme para Moscú, pues deja en sus manos la iniciativa. Ahora bien ¿ganaría algo Rusia, si al frente de Georgia apareciese en poco tiempo un nuevo líder brillante, confiado de sí mismo y carismático, similar a lo que Saakashvili fue hace cinco años? Podríamos responder afirmativamente, si fuese un candidato ideal y apoyado por electores ideales.

Pero Saakashvili, por estrambótico que parezca, es un reflejo adecuado de ciertas aspiraciones que siguen vivas entre los georgianos. Es el deseo de recuperar los territorios que se perdieron en el pasado. No hay ningún viso de que estos ánimos vayan a cambiar. Y tampoco se vislumbra la posibilidad de implantar en Georgia un régimen pro-ruso. Si en Georgia se anticiparan elecciones presidenciales, Rusia difícilmente estaría contenta con la victoria de un político como Irakli Okruashvili, ex ministro georgiano de Defensa que recomendaba atacar a Tsjinvali en otoño de 2006.

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