17 agosto 2008

Musharraf se ha convertido en un peligro, ya no domina Paquistán. País crucial para EE.UU.

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La renuncia del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, ex principal aliado de Estados Unidos en la región más turbulenta del mundo, es cuestión de días. Fuentes de la oposición -vencedora en las elecciones legislativas del pasado mes de febrero- han confirmado que las negociaciones para una «salida digna» del ex general golpista están muy avanzadas. Musharraf dejaría la jefatura del Estado a cambio de la inmunidad frente a los cargos que le imputa el nuevo Parlamento, dispuesto a abrirle la semana que viene un proceso de «impeachment» por haber «violado la Constitución» durante el estado de emergencia que impuso el año pasado. (Fuente : Diario AbC)
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Acá un video que muestra a un atribulado Musharraf, quien hoy día está fuera del juego. Pero la realidad continuará cada vez más complicada. Por un lado un ejército enfrentaado entre pro-talibanes y pro occidental (Al correr el video pon en pausa el MP3, que está en la barra lateral)

La negociación con la coalición gubernamental formada por los líderes de los dos principales partidos de la oposición -el viudo de Benazir Bhutto, Zardari, y el ex primer ministro Sharif- ha contado con la mediación entre bastidores de Washington y de Londres. Estados Unidos acepta ya como inevitable prescindir de su principal aliado en la lucha global contra Al Qaida, y ha terciado en la disputa para evitar un proceso de destitución de Musharraf que sólo contribuiría a generar más inestabilidad interna en Pakistán.

Musharraf, según fuentes cercanas al coriáceo militar metido a estadista, está, por su parte, a punto de tirar la toalla después de comprobar no sólo la deserción de sus escasos aliados políticos sino en particular la actitud indiferente del Ejército. El nuevo jefe de las Fuerzas Armadas, el general Parvez Kayani, flamante interlocutor privilegiado de Washington, ha proclamado su «neutralidad» en la disputa entre Musharraf y el binomio Zardari-Sharif. La salida del sátrapa abre un periodo de incertidumbre que va a complicar notablemente la geoestrategia en la región a la nueva Administración norteamericana. Musharraf ha sido, en sus últimos años en el poder, un aliado muy incómodo para Washington por su compadreo con los partidos islamistas, la incapacidad para controlar las regiones tribales -donde reina a su antojo Al Qaida y se han rearmado los talibanes afganos-, y la serie de maniobras torpes e impopulares que llevó a cabo contra la oposición laica y los jueces para imponer su autoridad.
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Pero la percepción de que Pakistán es, como ha apuntado algún medio, «uno de los lugares más peligrosos del mundo» no implica sólo a Musharraf. La atmósfera islamista no deja de avanzar desde hace treinta años. Esa deriva radical comenzó con la revolución iraní, siguió con el conflicto en Afganistán -en Pakistán nació el movimiento talibán-, y se alimentó con la reanudación del conflicto de Cachemira. A todo ello contribuyeron los petrodólares saudíes, que a cambio han inundado las madrasas de Pakistán con propaganda radical de la secta wahabí. Ni la asesinada Benazir Bhutto ni Nawaz Sharif, hoy principal aspirante a suceder a Musharraf en la Presidencia a la espera de que el alevín de los Bhutto se ponga los pantalones largos, son ajenos al clima de radicalización islamista ni al retraso económico. Sharif dirigió dos veces Pakistán como primer ministro, y las dos fue derrocado en un clima de ingobernabilidad y corrupción.
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Este video muestra la era en que Bush lo consideraba un leal aliado (En realidad no le quedó otra ya que fue amenazado con el regreso de su país a edad de piedra.

El presidente paquistaní, Pervez Musharraf, deberá hacer frente el domingo a la cuenta atrás de su posible destitución después de que la coalición gubernamental le diera de plazo hasta el final del fin de semana para dimitir. La coalición gubernamental lanzó el sábado un ultimátum a Musharraf para que deje el poder antes del domingo por la noche si no quiere verse sometido a un procedimiento de destitución. (Fuente: AFP)
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El ministro de Relaciones Exteriores, Shah Mehmood Qureshi, declaró el sábado que Musharraf -hasta ahora aliado clave de Estados Unidos- tiene que tomar una decisión sobre su dimisión si quiere impedir ser destituido "hoy (sábado) o mañana, porque no hay espacio para ningún retraso más". Las negociaciones entre el entorno de Musharraf y el gobierno para garantizar al presidente la indemnidad ante posibles acusaciones fueron obstaculizadas por el líder opositor Nawaz Sharif, quien también fue primer ministro de Pakistán en el pasado. Arabia Saudita y presuntamente también Estados Unidos y Gran Bretaña enviaron emisarios a Pakistán en un intento de resolver la actual crisis política en el país asiático, una potencia nuclear de 160 millones de habitantes y aliado clave en la "guerra contra el terrorismo" de Washington.
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El portavoz de Musharraf ha insistido repetidamente en que el ex jefe de las fuerzas armadas -que llegó al poder tras un incruento golpe de Estado militar, en 1999- no tiene intención de abandonar su cargo. Las opciones de Musharraf -disolver la asamblea nacional o imponer el estado de excepción como hizo en noviembre de 2007 para detener los cargos legales contra su reelección- son consideradas como muy peligrosas. El gobierno paquistaní, sin embargo, también tiene que hacer frente a la lucha contra los militantes talibanes y de Al Qaida en las zonas tribales fronterizas con Afganistán, donde unas 500 personas murieron la semana pasada. En este terreno, el número dos de Al Qaida, Ayman al-Zawahiri, atacó violentamente a Musharraf, al definirlo como "uno de los mayores enemigos del islam en un mensaje sonoro en inglés difundido en internet el sábado. Al final los siervos de los magos negros terminan siempre traicionados.

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