Hay un hecho evidente, probado por los acontecimientos: Tras la renuncia del general Musharraf Washington perdió el control político y militar sobre Pakistán, que se debate en una profunda crisis económica agravada por la violencia desatada con el "terrorismo" y el caos político que impide la gobernabilidad.
Washington no bromea con Pakistán: un desenlace fuera de programa, y por la implicancia estratégica del gigante islámico en el conflicto de Afganistán, puede detonar los mercados y desatar otra disparada de la crisis mundial en acecho. Las corruptas fuerzas políticas que hoy gobierna Pakistán, con sus luchas internas por el poder, se convierten en el principal enemigo en la búsqueda de un proceso de coherencia y organicidad en la "guerra contra el terrorismo islámico" que guía la estrategia de Washington en la región.Musharraf, el antiguo aliado "contraterrorista" era el único que controlaba a la decadente partidocracia "demócrata" (pro-USA-UE) dividida y debilitada por sus luchas internas, y a la furia de la guerrilla talibán con la cual ex presidente jugaba alternativamente a la guerra y al diálogo.
Sin la mano dura de Musharraf, atacado por un vacío de poder ascendente, metido en un espiral de crisis económica, y con una escalada indetenible de violencia y atentados en las grandes ciudades, Pakistán, un resorte geopolítico-militar clave en la estrategia regional de Washington y un aliado invalorable en el marco de la disputa con Rusia e Irán, comienza convertirse en un dilema difícil de resolver para EEUU. Pakistán, un gigante de 165 millones de habitantes de mayoría musulmana, es clave militarmente para EEUU por dos razones principales: A) como control fronterizo y barrera de contención de la rebelión islámica de Afganistán, y B) como contrapeso regional de China y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el bloque liderado por Moscú y Pekín. Esta es la razón principal por la cual Washington se ve obligado a forzar un "desenlace rápido" (a través del "terrorismo") en Pakistán para dominar la situación, antes de que el vacío de poder termine llevando agua al molino de los talibanes que hoy tienen acorraladas a las tropas de EEUU y la OTAN en Afganistán.
Y no hay que olvidarse de las advertencias del actual vicepresidente electo, Joe Biden, quien el año pasado comparó a Musharraf y a Pakistán con lo sucedido durante la revolución de Komeini de fines de los setenta en Irán.
"Es difícil imaginar una pesadilla mayor para EEUU que el segundo país con más musulmanes en todo el mundo se convierta en un estado fallido y caiga en manos de fundamentalistas con un arsenal de armas nucleares y una población más grande que las de Irán, Irak, Afganistán y Corea del Norte juntas", advirtió Biden que asumirá en enero como vicepresidente de Obama. Según el influyente diario imperialista USA The Washington Post, la opción de un golpe militar en Pakistán ya se puso en marcha cuando Negroponte, en noviembre del año pasado, pisó Pakistán y se reunió con el hoy comandante de las fuerzas armadas pakistaníes, el general Prevés Kiani, señalado ya como el "nuevo socio" de Washington en la "guerra contraterrorista". La cuestión militar es clave para EEUU en Pakistán, ya que el mando de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia no responden en su mayoría al mando político del gobierno pakistaní, sino a la vieja alianza "contraterrorista" con Washington de las épocas del general Musharraf.
El servicio secreto pakistaní (el ISI), considerado el "brazo islámico" de la CIA, es el principal formador estratégico de los grupos islámicos "terroristas" con bases operativas en Pakistán, incluido el señalado como ejecutor de los atentados en la India. Esta contradicción flagrante entre un gobierno pakistaní "no confiable" (que incluso denuncia las operaciones ilegales de EEUU y la OTAN en su territorio) y con fuerzas armadas "confiables" y alineadas con la estrategia de Washington, produce un corto circuito y torna a Pakistán en un polvorín incontrolable para EEUU. En este escenario se enmarca la estrategia que está utilizando Washington (usando de ariete a la India) con el "terrorismo" orientada a crear las condiciones simultaneas para una ocupación militar directa en Pakistán o para generar un golpe de estado que restituya el poder total a las fuerzas armadas alineadas con la "guerra antiterrorista".
Tras los ataques mortíferos sincronizados en Bombay, el gobierno indio, presionado por Washington, inició una ofensiva orientada a colocar al gobierno de Islamabab detrás de las operaciones "terroristas" en su territorio.
Informes de inteligencia de Estados Unidos e India imputan la matanza de Bombay al Lashkar-e-Taiba, un grupo islamista con base en Pakistán.Hubo coincidencias marcadas entre el espionaje indio y los servicios estadounidenses y europeos en señalar a Pakistán como la base logística y operativa del grupo islámico que-según la inteligencia oficial- lanzó la acción de exterminio sincronizada en la capital financiera de la India. Tras los atentados, la situación se precipitó con Washington y la India exigiendo a Pakistán que "entregue a los terroristas" que operan en su territorio creando más confusión -y tibias respuestas- por parte del debilitado gobierno pakistaní que no tiene el control sobre sus fuerzas armadas y servicios de inteligencia.
Luego de la reunión con la "mensajera" de Washington, Condoleezza Rice, el gobierno de India advirtió este miércoles a Pakistán que mantiene sobre la mesa "todas las opciones", tras los atentados de la semana pasada en Bombay que dejaron 188 muertos, mientras Estados Unidos simultáneamente continúa presionando a Islamabad para que "coopere" en el apresamiento de los grupos "terroristas".En una rueda de prensa conjunta con la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice, de visita en Nueva Delhi, el canciller indio Pranab Mujerjee dijo que no hay "ninguna duda" de que los autores de los ataques en Bombay "venían desde Pakistán" y fueron coordinados desde allí."Las acciones del gobierno (indio) dependerán de la respuesta que recibamos de las autoridades paquistaníes", declaró Mujerjee, refiriéndose a la demanda formal de India a Pakistán para que le entregue a veinte personas presuntamente vinculadas a los ataques.
Rice, que este jueves se encuentra en Pakistán, emprendió su gira por los dos giganteas asiáticos, dotados de poder nuclear nuclear y aliados de EEUU, aunque con difíciles relaciones entre sí desde que se independizaron del Imperio Británico en 1947. Desde la renuncia de Musharraf, Washington profundizó sus relaciones con la India y la convirtió en pieza principal de su estrategia regional, rol que antes detentaba Pakistán.
Analistas estadounidenses no descartaban este jueves la preparación de un ataque fronterizo de la India contra Pakistán bajo el argumento de perseguir y detener a los "terroristas" que siguen amenazando a su territorio. Un conflicto militar con India resquebrajaría aún más la manifiesta debilidad y falta de control del gobierno pakistaní y posibilitaría las condiciones de un golpe militar interno que restituyera a los militares en el poder. Mientras tanto, la preparación de un "nuevo escenario terrorista" con nuevas amenazas de ataques a los aeropuertos se materializó este jueves en una clara señal de que Washington sigue apostando al "terrorismo" para forzar un desenlace militar en la frontera con Pakistán. La policía india anunció el miércoles que "descubrió" y desactivó artefactos explosivos en la principal estación de trenes de Bombay, dejados allí por los autores de los sangrientos ataques de la semana pasada.
La India puso a sus principales aeropuertos internacionales de Nueva Delhi, Madras y Bangalore en situación de alerta máxima tras haber recibido distintos avisos sobre posibles ataques por aviones desviados de su ruta aérea, señalaron fuentes oficiales citadas por agencias internacionales. La agencia de noticias PTI, por su lado, señaló que el jefe de la Fuerza Aérea confirmó que durante un encuentro entre militares del Estado Mayor y el ministro de Defensa, A. K. Anthony, se conversó sobre la posibilidad de un ataque "terrorista" desde el espacio aéreo. El nuevo "escenario terrorista" es totalmente funcional al desenlace militar que Washington está buscando en Pakistán y en la estratégica frontera con Afganistán donde el ejército pakistaní anunció este jueves haber matado a 18 guerrilleros talibanes. Toda la región -señalan corresponsales extranjeros- es un polvorín. Y la mecha, como siempre, continúa siendo el "terrorismo".
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