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Tras los rumores sobre su insolvencia, en sólo 14 días los dos grandes bancos hipotecarios estadounidenses Fannie Mae y Freddie Mac han perdido el 50% de su valor accionarial; desde comienzos de año, el 76%. Así, tres cuartos de su "valor de mercado" se ha evaporado. Si todavía se necesitaba una prueba de que la crisis financiera norteamericana entra en un nuevo estadio, ésta ha sido concluyente. Por Michael R. Krätke, en IAR Noticias. .
Durante la cumbre del G-8 en Hokkaido, Angela Merkel se las dio de economista mundial. "Hemos tenido –soltó la cancillera— una crisis subprime; hoy, vuelve a gotear en cierto modo". Apenas regresada a casa, la crisis financiera anunciaba con un aldabonazo su entrada en el siguiente estadio: bancos y cajas de ahorros se desploman, los mercados están debilitados, el gobierno estadounidense y la Reserva federal se emplean a fondo para contener el pánico.
Ahora tienen también los EEUU su caso Northern-Rock, como la Gran Bretaña (1); sólo que visiblemente más drástico. Desde comienzos de año, centenares de pequeñas financieras hipotecarias han desaparecido del mercado, o por quiebra o por absorción. Hace dos semanas, le tocó el turno al segundo mayor banco hipotecario norteameriacano independiente: el californiano IndyMac Bankcorp quebró tras tres semestres seguidos de pérdidas milmillonarias, luego de que sus clientes, a la vista del desplome de sus valores accionariales, entraran en pánico y retiraran en sólo 11 días 1.300 millones de dólares. En apenas un año, IndyMac ha perdido el 98% de su valor en bolsa y está ahora intervenido por el fondo federal de garantía de depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés).
Así, el grueso de sus depósitos queda asegurado; el pato lo pagan los accionistas. De los cerca de de 53 mil millones de reservas de que dispone el FDIC, y conforme a los cálculos más optimistas, se han perdido ya 8 mil millones, porque la compra del insolvente banco apenas reportará nada. Es, permítase decirlo, la mayor quiebra bancaria en los EEUU de los últimos 20 años, desde el desplome del Continental Illinois National Bank en 1984, y la onda expansiva se propaga rápidamente. A los pocos días, las acciones del banco de inversiones Lehman Brothers caín un 37%, luego de saberse que había perdido en el último trimestre casi tres mil millones de dólares: mucho dinero, pero casi nada comparado con las pérdidas de entre nueve y seis mil millones que los pesos pesados Citigroup y Merrill Lynch han tenido en el mismo período.
Harto más grave es, empero, el crac que acaban de sufrir las dos mayores instituciones financieras hipotecarias de los EEUU, las empresas públicamente patrocinadas Fannie Mae y Freddie Mac, y que ha situado al núcleo del mercado hipotecario norteamericano a pique de fundirse. Fannie Mae y Freddie Mac no tenían en principio nada que ver con las hipotecas de baratillo del segmento subprime, pro en los últimos años entraron de lleno en el negocio de los derivados financieros hipotecarios.
A causa de la colosal magnitud de ambos gigantes, el gobierno y la Reserva federal tuvieron que intervenir , pues entre las dos empresas suman, en hipotecas y derivados hipotecarios, la fabulosa cifra de casi 5,3 billones de dólares: casi la mitad del volumen de todo el mercado hipotecario norteamericano y cerca de un tercio del PIB estadounidense. Su colapso sería un desastre, entre otras cosas por los bancos centrales extranjeros que tienen en sus portafolios masas de títulos de ambas financieras hipotecarias. Puesto que los EEUU –particularmente en Asia— dependen financieramente de esos bancos, no pueden ignorar los intereses de los mismos. Según las estimaciones de los expertos, sólo en la tesorería del Banco Cenral chino se hallan unos 600 millones de dólares en títulos de Fannie Mae y Freddie Mac, una décima parte del volumen de emisión.
El Estado norteamericano ha dispuesto tres anillos de salvación alrededor de Fannie y Freddie. Primero, levantará provisionalmente el límite crediticio actual de ambas, que es de 2,25 mil millones de dólares . En segundo lugar, el estado comprará por vez primera acciones de empresas patrocinadas por él mismo, cosa que debe autorizar el Congreso. En tercer lugar, la Rserva federal abrirá su ventana de descuentos y permitirá el acceso de Fannie Mae y Freddie Mac a créditos de urgencia a los que hasta ahora sólo podían acceder negocios y bancos de inversión privados. Un detalle con pimienta: la Reserva federal exige garantías; es decir, que se pongan a la venta títulos garantizados, como los bonos del tesoro u obligaciones emitidas por empresas públicamente patrocinadas (GSE, por sus siglas en inglés). Así que, Fannie y Freddie son, con diferencia, las mayores empresas públicamente patrocinadas; de modo que la Reserva federal lo que hace, en la práctica, es permitirles imprimir títulos de obligaciones o emitir acciones que valdrán inmediatamente como préstamos de la propia Reserva federal. Un negocio aventurero. Hasta donde alcanza a verse, Fannie y Freddie necesitarán ulteriores inyecciones de capital en cantidades milmillonarias, de modo que el gobierno estadounidense no tendrá más remedio la próxima vez que nacionalizarlas. Si se llegara a un acto de salvación de ese tenor, las deudas públicas de los EEUU se doblarían de golpe.
La mencionada agencia pública de garantía de depósitos (FDIC) tiene bajo su protección a más de 8.500 bancos y cajas de ahorros. En su último informe trimestral, incluía un listado de 90 bancos o cajas amenazados (¡el IndyMac Bancorp no figuraba en la lista!). Desde entonces circulan dossiers con listas de más de 150 candidatos en quiebra que podrían llegar a ejecutarse antes de fin de año, con pérdidas imposibles de compensar para la FDIC. Viene aquí a la memoria la gran crisis bancaria norteamericana de 1990-91, cuando cientos de pequeñas y medianas cajas de ahorros se desplomaron.
Hace sólo unos días, la mayor caja de ahorros de los EEUU, la Washington Mutual, perdió en la bolsa de Nueva York un 37% del valor de sus acciones luego de saberse que había perdido 26 mil millones de dólares en sus negocios con créditos hipotecarios basura. Otros bancos regionales han vivido también estos días pérdidas bursátiles de entre el 18 y el 29 por ciento. Hay que esperar más noticias de este tipo, porque en las próximas semanas vendrá la revisión de una muchedumbre de créditos hipotecarios a interés variable. Dicho de otra manera: la carga de los intereses si disparará para millones de propietarios de vivienda. No es, pues, sorprendente que las financieras de automóviles y empresas de tarjetas de crédito caigan en el hoyo de la crisis, arrastrando así a otros bancos que nada tienen que ver con los créditos hipotecarios. Puesto que las aseguradoras estadounidenses, que responden a escala mundial por préstamos por valor de 2,6 billones de dólares, están también atrapadas en el dilema y negocian con los bancos un plan de salvación, no se puede esperar de ellas mucha ayuda.
Aun cuando los bancos lleguen a un acuerdo con grandes aseguradoras como Ambac y FGIC, caerán en los ratings, de modo que los riesgos de desplome para todos los bancos se dispararán y habrá que contar con ulteriores amortizaciones y depreciaciones milmillonarias. El jefe de la Reserva federal, Ben Bernanke, ha hablado por primera vez ante la comisión bancaria del Congreso de la amenaza de una crisis sistémica del mercado financiero nacional. Casi al mismo tiempo, habló en la misma sede, junto con Thomas Jenkins, un alto ejecutivo de la "industria financiera" norteamericana. Fue transparente: el actual desastre sólo tiene una salida: más burbujas especulativas. Sin un paso así, el sector financiero no saldrá del cieno, la economía norteamericana no puede sobrevivir sólo con "inversiones sanas". De lo que se trataría es de encontrar (o de inventar) lo antes posible nuevos objetos de especulación y de hacérselos apetitosos al público, a fin de que la industria financiera pueda compensar las pérdidas actuales y las venideras. Una verdad digna de ser notada sobre el capitalismo actual, en el que la relación entre booms y bubbles –entre la economía "real" y la financiera— se ha invertido.